«Jóvenes de las grandes ciudades prefieren desarrollar sus carreras y sus aficiones a formar una familia.
Los padres de Rou Rou, de 28 años, nunca se plantearon si hubieran querido un hijo más. Estaba prohibido y punto. La política del hijo único, vigente durante 40 años en China, imponía fuertes multas —y en ocasiones abortos, esterilizaciones y mucho sufrimiento— a las parejas que se saltaran el veto sin formar parte de algunos de los grupos de población exentos, como minorías o residentes en zonas rurales cuya primera criatura hubiera sido niña. Ahora, desde hace cinco años, el Gobierno autoriza a todos los matrimonios a tener dos niños, y acaba de anunciar que va a permitir hasta tres. Es un salto en un lustro del hijo único a la familia numerosa con un fin: paliar el rápido envejecimiento de la población. Rou Rou y las mujeres de su generación disponen de una libertad que se les negó a las dos generaciones anteriores. Pero, aunque puedan plantearse si quieren tener más hijos, una respuesta repetida suele ser “no”. La rápida caída en los matrimonios y nacimientos, en parte por el deseo de las jóvenes, sobre todo en las ciudades, de desarrollar su carrera y el miedo a ser discriminadas laboralmente por tener hijos explican en parte dicha respuesta.»
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