«La monotonía regala a la mente la posibilidad de oxigenarse, de soñar y construir. Crea un escenario perfecto para aprender a vivir de forma más relajada facilitando la concentración y la paciencia.
¡Mamá, me aburroooo!,
¡Papá, me aburroooo muchoo!,
¡Me aburro, me aburro, me aburro!…
¿Y ahora qué hacemos? ¿Juegas conmigo? ¿Hoy no salimos?
Vivimos en una sociedad sobreestimulada, donde se impone la hiperactividad. Obsesionada por el hacer continuo y el alcanzar. Donde todo pasa demasiado de prisa y no hay tiempo para reflexionar, valorar o reconocer todo lo bueno que nos sucede, lo mucho que tenemos, lo que realmente necesitamos o deseamos. Donde es muy difícil encontrar momentos para vivir sin prisa, para disfrutar de no hacer nada, para mirar el futuro desde la calma. Encadenamos actividades y tareas sin ser conscientes de ello, pasamos los días entre estímulos que nos entretienen, entre dispositivos eléctricos que nos tienen interconectados las veinticuatro horas del día.»
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