«La crianza intensiva a la que nos hemos visto abocados, los confinamientos, las clases ‘online’, las limitaciones al contacto social, y el teletrabajo mal entendido son factores que, sin duda, han influido en el distrés.
Hace unas semanas, una mañana de miércoles, me tomaba una cerveza en una terraza con un amigo, editor de literatura infantil. Luis, que así se llama él, me decía que llevaba meses siendo incapaz de concentrarse a la hora de trabajar, tardando horas en hacer lo que antes hacía en minutos, olvidando tareas pendientes. Yo mismo, sin ir más lejos, me veo buscando durante minutos palabras que antes me salían solas para completar artículos como este, olvidando cosas a cada instante, siendo incapaz de madrugar para trabajar y, pese a ello, sintiéndome infinitamente cansado. Es un malestar generalizado que he escuchado en los últimos meses a muchas madres y padres. Un malestar que nosotros mismos, entre amigos, ya hemos bautizado como “tener el cerebro frito” y en el que, intuimos, mucho tiene que ver la pandemia y su impacto directo en nuestra forma de vida.»
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