«La imaginación y el juego son libres, pero los adultos socializamos a los menores según unos roles que determinan qué es lo masculino y qué es lo femenino.
La imaginación y el juego son libres, no entienden de género, pero los adultos socializamos a los niños según unos roles que determinan qué es lo masculino y qué es lo femenino. Somos los padres y las madres (y la sociedad) quién acaba educando a ellas como personas tranquilas y cuidadoras, y a ellos dejándoles ser más movidos y premiándoles cuando son competitivos. Como decía Jean Piaget, los menores no juegan para aprender, sino que aprenden porque juegan, y si ese juego, deporte o clase extraescolar muestra que los chicos juegan a unas cosas y las chicas a otras (por el hecho de serlo), puede parecer que eso es algo natural, pero no, nada más lejos de la realidad, ya que hay una intención (un adulto) que guía a la niña al rosa (al ballet) y al niño al azul (al fútbol).»
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