««Aquellos años fueron terribles. Mi hijo era mi monotema, no había nada más. No pensaba en otra cosa. Entre todos me hicieron creer que tenía un problema de aprendizaje».
Hace pocos días escribí en una red social algo muy importante para mí. Lo conté porque de alguna manera intuía que podía haber gente que me leyera justo en su peor momento, en el mismo en el que estuvimos nosotros hace años sin compañía. A raíz de aquello, muchas personas me ha escrito, me dicen que se sienten igual de desamparados que nosotros en su día. Y es justo por eso por lo que quiero dedicar esta columna a esos niños que no entran por el embudo.»
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[fa type=»file-text»] Fuente: ABC