«En Guinea Bisáu se practica el infanticidio selectivo con recién nacidos con discapacidad o que parecen tenerla dejándoles morir a expensas de las olas del mar. Estos crímenes quedan impunes porque no se denuncian. Los testimonios de algunas madres son la única prueba de que esta mortal tradición existe.
El embarazo fue saludable. Isemene Henriqueta Quintino acudía a sus consultas prenatales y todo iba bien hasta que empezó a sangrar prematuramente. “Me mandaron a casa, pero volví al día siguiente”. Ya era tarde: su hija había sufrido tal falta de oxígeno que nació con parálisis cerebral. La joven madre, de 23 años, sabía que algo malo le pasaba a su niña, aunque nadie le explicaba exactamente qué. “Sufrió tres paradas [cardiorrespiratorias] y la tuvieron que reanimar. Yo estaba sola”. Un mes después, les dieron el alta y regresaron a casa. Allí empezó otro calvario. “Lloraba mucho, día y noche. Y mi abuela y mi tía empezaron a decir que era una irã y me echaron”.»
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