«Nuestros hijos necesitan madres y padres que mantengan la calma y les ayuden a entender todo lo que está pasando con serenidad y mucha comprensión.
Llevamos más de un año improvisando, pendientes de cifras de contagios, de restricciones, reinventándonos casi a diario para intentar adaptarnos a esta “nueva normalidad”. Si algo nos ha enseñado esta pandemia es a darnos cuenta de que no podemos controlar casi nada, que de la noche a la mañana todo puede cambiar. Muchos meses después seguimos viviendo en días de máxima incertidumbre, rodeados de noticias sesgadas que nos confunden, de situaciones que nos llenan de angustia porque no las acabamos de entender. De pérdidas personales, laborales, de sueños rotos. Alejados de los nuestros y pendientes de cuándo las vacunas nos van a devolver parte de tantas cosas que hemos postergado.»
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