«El paso de los años marchita los sueños que no llegaron a cumplirse y descubres que la realidad, aun la no soñada, merece la pena vivirla.
Los primeros años conviviendo con la discapacidad de mi hijo Alvarete pensaba que se recuperaría, pedía el milagro todos los días, soñaba con el momento en que creciera y pudiera llevármelo al Calderón a cantar los goles de nuestro Atleti. Esos pensamientos positivos me ayudaron a mantener la esperanza. No quiero pensar qué habría sido de mí sin ella, me habría sumido en las tinieblas.»
Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: El País, de mamás y de papás