«Los padres influyen en el desarrollo del cerebro de los niños de maneras que pueden moldear la forma en que pensamos sobre nuestras experiencias durante toda la vida.
Las primeras experiencias emocionales dejan a los niños con mucho más que recuerdos. La neurociencia sugiere cómo estas experiencias pueden moldear literalmente la forma en que piensan los niños y los adultos en los que se convierten. Estas primeras experiencias contribuyen al desarrollo de los mecanismos biológicos que procesan e interpretan las experiencias pasadas y futuras. Pueden influir en los circuitos cerebrales que dan sentido a lo que ha sucedido y predicciones de lo que sucederá después, a veces a lo largo de la vida de los niños.»
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