«A los gobiernos les obsesiona tanto hacer llevadero el aprendizaje que están a punto de suprimirlo.
Dicen que cada nueva ley educativa deroga la anterior, pero solo lo hace en sus aspectos más anecdóticos, laterales e ideológicos. Los gobiernos más arrimados a los obispos meten más religión, y los más distanciados, la rebajan (sin llegar a quitarla) o la sustituyen por versiones laicas de pensamiento religioso, pero están de acuerdo en lo esencial, y cada ley abunda en el consenso pedagógico de que la escuela es un rollo. Memorizar y adquirir conocimientos es una forma de maltrato infantil, por lo que se invita a los profesores a gamificar (sic) y a entretener a los chavales. Les obsesiona tanto hacer llevadero el aprendizaje que están a punto de suprimirlo. Los niños salen de clase tan felices como libres de conocimientos tiránicos y memorísticos.»
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