«La protección en la infancia promueve la seguridad, mientras que la desprotección invita a la inseguridad, la baja autoestima y la desconfianza.
Cuántas veces hemos escuchado la frase “si tú no crees en ti, nadie lo hará”. Parece como si la confianza fuera algo que nos imponemos nosotros mismos y que va de dentro para fuera. Lo cierto es que las investigaciones y la práctica clínica nos demuestran que la confianza se aprende y se desarrolla siempre de fuera hacia dentro, o lo que es lo mismo, son nuestras madres, nuestros padres y maestros los que deben confiar desde un principio en nosotros para que podemos enfrentarnos a los obstáculos y dificultades de la vida con seguridad. Si queremos que nuestros hijos sean personas seguras, previamente, los adultos significativos que rodeamos a los niños debemos generar contextos de protección.»
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