Hasta hace unas pocas semanas, Filomena cubrió de blanco toda la ciudad de Madrid. Durante un par de días, o algo más, muchos niños y adultos salieron a la calle a disfrutar de la nieve. Como si de bolas de barro se tratase, pero de un color blanco puro y brillante, podíamos ver en cada rincón, plaza o calle, distintos muñecos de nieve, figuras o, simplemente el placer de ver tirarse y hundirse a pequeños y mayores en la nieve; pudimos presenciar guerras de bolas y hasta trineos, entre otros entretenimientos. Así, todos, de alguna forma, fuimos felices durante un tiempo que, aunque efímero, fue muy real. ¿O no?
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País