El día 23 de marzo de 1993 me publicaron en este mismo periódico un artículo que titulé “Los perjudicados son los hijos”. Me refería, obviamente, a las consecuencias que tienen para los menores los divorcios de sus progenitores. Entonces, casi como ahora, son un jarrón a dividir, sus sentimientos y opiniones apenas cuentan, siendo los menos atendidos en una situación adversa para personas en pleno desarrollo de su personalidad.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País