Hay que tener en cuenta que en el libro narro mi experiencia, siempre digo que hay tantas maternidades como madres. Yo, desde luego no estaba preparada. Y eso que hice mis deberes: fui a todos los cursos de preparto a los que me dijeron tenía que asistir, aprendí a inhalar y a expirar como me explicaron, me paseé a cuatro patas por el salón de mi casa… Tenía la bañera comprada, la habitación preparada y la bolsita del hospital en la puerta de la entrada de casa. Sabía a qué temperatura tenía que estar el agua del baño cuando Ane naciera y tenía claro los horarios de sueño que seguiría. Pero no estaba preparada. En absoluto. Ahora miro hacia atrás y pienso que aquel embarazo lo viví de una manera muy “infantilizada”, de visita en visita al médico, más preocupada por mis tobillos hinchados que por el meteorito que impactaría en mi vida y las consecuencias que traería a ella.
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