Imagina una elegante carroza que lleva en su interior un niño pequeño de unos tres años. El niño va cómodamente en su asiento camino de algún lugar. La carroza se mueve por las arterias de la vida gracias a dos caballos que tiran fuertemente de ella. En la parte superior se encuentra el cochero que es quien se encarga de indicarle a los caballos el camino a seguir. Si los caballos están bien domados y entrenados para que hagan caso al cochero, no hay ninguna duda de que ese pequeñín está en buenas manos y llegará, sano y salvo, a su destino. Quizás no sepa a dónde tiene que ir, pero no importa, ya que el cochero es una persona de confianza que protege en todo momento al niño y le llevará a buen puerto.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País