Son cerca de las ocho y media de la noche cuando mi familia y yo llegamos a un restaurante dispuestos a cenar y a pasar un rato agradable juntos. No es algo que solemos hacer habitualmente, por lo que es para todos nosotros un día y un evento muy especial. A los pocos minutos de sentarnos en la mesa, entra una pareja joven con su hija de poco más de un año y toman asiento. Hasta ahí todo normal. No tardan mucho en sacar un dispositivo móvil y ponerle unos vídeos a su hija. No es un video puntual, ya que enganchan el móvil a una especie de brazo que tiene el carrito para que los padres no tengan ni que sujetarlo.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País