Cuenta la doctora Cristina Martínez, experta en adicciones y adolescentes, que el momento en que se dio cuenta en el que tenía un problema con sus hijos y su uso de las pantallas fue cuando el mayor tuvo un ataque de rabia al no querer dejar el cargador a su hermana pequeña. ¿Cómo era posible? Sus hijos cumplían con los tiempos de uso recomendados para cada edad, y solo los domingos disponían de los teléfonos de sus progenitores. Además, ella trataba diariamente con otros niños y jóvenes a los que la tecnología les había causado problemas en su vida. Esa reacción tan violenta por parte de su hijo fue el punto de inflexión: desde entonces, ese «premio» ha desaparecido y sus hijos ya están concienciados de que hasta que no tengan 14 años, no tendrán un móvil propio ni como recompensa.
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