Mi hijo cumplió ayer once meses, casi dos años después de que llegáramos a la casilla de la ovodonación. En su día, la toma de decisión de seguir esa bifurcación dentro del camino de la reproducción asistida fue difícil. El dilema estaba atravesado por dos fuertes escollos: por un lado, la cuestión del duelo genético (de esto ya hay demasiado escrito, no me detendré mucho en ello) y, por otro, y en mi caso específico y salvajemente cruzado con mis gafotas feministas, el conflicto ético. El primero era más inesperadamente psicoanalítico y el segundo más político, aunque en realidad se encuentran ambos mezclados en una suerte de continua paradoja: en tu maternidad, hay una ausencia de ti y una presencia de alguien desconocida.Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: El Diario
[fa type=»camera”] Autor de la imagen: Torsten Mangner | Flickr