Ézaro es una parroquia coruñesa de apenas medio millar de habitantes a la que se llega por una sinuosa carretera que atraviesa frondosos bosques de eucaliptos y termina en una cascada que cae directamente al mar. En la única calle del pueblo se emplaza Arenita de Colores, la casa-nido que la educadora Rocío Alonso (28 años) ha puesto en la planta baja de su propia vivienda, un edificio de piedra típicamente gallego en el que se crió la abuela de su novio. En el suelo, cinco niños de entre dos y tres años hacen juego libre. Suena Mozart. Las paredes no tienen pósters ni dibujos de colores, como ocurre en las guarderías metropolitanas, para no alterar la tranquilidad del ambiente. El plástico está prácticamente desterrado. Los juguetes son orgánicos, directamente de la naturaleza.Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo