Se llamaba Amanda y llevaba muerta cinco años, tendida en el suelo de la cocina de su casa, en Madrid. Ningún vecino se había percatado de que esta mujer de 83 años había sufrido un ictus mortal. La policía halló su cadáver, momificado, tras un aviso de su sobrina, que vive en Israel. Ocurrió hace un mes. Es el ejemplo más extremo del aislamiento y cada cierto tiempo se difunde un nuevo caso. Alguien a quien nadie, ni familiares, ni amigos, ni el tendero, ni la farmacéutica, echaron de menos. Ayer mismo se conoció la muerte en soledad de otro hombre de 85 años en Alicante.Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: El País