Vivimos en un mundo ultraprocesado. Basta con pasear por el supermercado y observar los estantes para comprobarlo. O con fijarse en los carros de la compra que llegan a los lineales. O con parar en cualquier gasolinera, curiosear una máquina de vending o asistir a un cumpleaños infantil. La disponibilidad y la accesibilidad de los ultraprocesados se ha convertido en un problema titánico de compleja solución. Lo es por la falta de percepción del riesgo que suponen muchos de estos productos, pero también por lo irreal de su consumo ocasional.Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: El País