Con apenas año y medio de vida, cuando debe producirse la explosión de habla y de curiosidad de un niño, Álvaro “se apagó”, tal y como explica Magdalena Muchewicz, de 37 años. Pasó de ser un niño que balbuceaba ya sus primeras palabras a no responder a su nombre, dejar de imitar los gestos de su hermana Laura, apenas tres años mayor que él, perder el contacto visual con quienes le rodeaban, quedarse quieto, obsesionarse con colocar las cosas en fila y dar impresión siempre de estar ausente. La familia inició entonces junto a su hijo un carrusel de visitas a expertos y de pruebas que concluyó con un diagnóstico que se resume en tres palabras: Trastorno de Espectro Autista (TEA), que celebra hoy 2 de abril su Día Mundial de Concienciación y que en su caso se desarrolla además sin que a los siete años Álvaro sea capaz de hablar. Lo más probable es que no pueda hacerlo nunca.Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: El País