Una amiga se quejaba hace unos días de su hijo adolescente. No escuchaba, estaba todo el tiempo enganchado al móvil, tenía cara de aburrimiento profundo en actividades familiares y, lo que es peor, valoraba más las opiniones de sus colegas que lo que decían sus padres. Posiblemente, cualquiera de las quejas anteriores resulta bastante generalizada sobre los jóvenes. Pero, si se recurre a la neurociencia, se observa que todas ellas tienen una explicación: nuestro cerebro, durante la adolescencia, está sometido a un intenso baile hormonal que nos lleva a comportamientos imprevistos e incómodos para los adultos, padres, educadores y todo aquel que esté con ellos.Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: El País