Todos los recuerdos que tengo de mi infancia más temprana tienen como coprotagonista a uno de mis abuelos. Esas personas que me querían sin esperar nada a cambio y cuyo papel era mucho más complaciente que el de mis padres. No es que me dejaran hacer lo que quisiera, sino que eran más comprensivos y esa sensación de libertad era estupenda. Ese vínculo con ellos fue fundamental para entender ahora mi papel de madre y mirar con otros ojos a la mía, ahora superabuela. Mis años trabajando como psicóloga también me han enseñado la importancia de esa relación entre abuelos y nietos, descrita como alivio para los progenitores y como disfrute absoluto, aunque cansado también, para los más mayores.Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: El País