Mi hijo tenía unas horas de vida, era la primera noche que pasábamos en el hospital. Estábamos los dos agotados tras un parto largo y complicado. Por más que lo intentábamos, no conseguíamos que se enganchara a la teta. Alrededor, una docena de personas charlaban animadamente. Que si la moción de censura de Sánchez, que si hay que ver cómo están las listas de espera. Que si mi hijo nació con cuatro kilos y mamaba muy bien. Que si prueba así o asá. Al borde del colapso y con un par de lagrimones asomando, me envalentoné y me atreví por fin a decir: «Por favor, fuera de aquí todo el mundo». Las visitas se marcharon y nos quedamos en silencio. Al cabo de un rato de calma, el bebé se enganchó al pecho como por arte de magia.Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: El Diario