Son las once de la noche de un miércoles de mediados de enero. Por fin he conseguido sacar un hueco para mí. Mi bebé de tres meses se ha dormido y tengo unas horas hasta la siguiente toma. Enciendo el ordenador. Reviso el email en diagonal, contesto un par de whatsapps, emito varias facturas. Tomo notas de algunas llamadas de clientes que he ido atendiendo a lo largo del día con el niño colgado de una teta.Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: El Diario