Primero empezaron los besos, luego los tocamientos y más tarde fue a más. La forma progresiva en la que suelen darse los abusos sexuales a la infancia garantiza, junto a la manipulación emocional y el desconocimiento de lo que ocurre, el silencio del niño o niña, que no suele contar lo que ha pasado, si lo hace, hasta pasado mucho tiempo. Le ocurrió a Nadia González, que hoy pone voz y rostro a un tipo de violencia sobre el que se desconoce la prevalencia real pero que implica en España una denuncia cada tres horas. Su padre abusó de ella desde los siete a los 12 años, cuando a la vuelta de un campamento en el que se lo contó a una amiga cercana, pudo enfrentarse a él y decirle que no lo haría más.Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: El Diario