No por tener más y acumular cosas se es más feliz, de esto no cabe la menor duda. Sin embargo, a la hora de llevarlo a la práctica, nos cuesta. ¿Por qué? puede parecer muy sencillo, pero a la vez es complicado. Todos queremos ser parte por unos instantes de la felicidad de nuestro pequeño ser querido, ya sea primo, sobrino o nieto, cuanto menos nuestro propio hijo. Y aquí comienza el dilema.
Tíos, abuelos, amigos de ambas partes, todos quieren participar en el regalo. Y por esa regla de tres, en las familias numerosas, el número de obsequios podría excederse hasta límites insospechados, y la verdad, que inconcebibles también.
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[fa type=»file-text»] Fuente: La Vanguardia