¿Recuerdas a DiCaprio y al resto de brókers viviendo fiestas locas derrochando pasta como si no hubiera un mañana? Pues sin haber visto El lobo de Wall Street, nuestros hijos sienten la misma pulsión de insensatez millonaria.
En su defensa hay que decir que son pequeños y no conocen el valor del dinero ni lo que cuesta ganarlo. Piensan que nuestras carteras y monederos son el bolsillo mágico de Doraemon que siempre puede sacar de todo.
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