En España hay unos 14.000 niños tutelados por el Estado. Menores de edad que —en la inmensa mayoría de las ocasiones— provienen de familias que por circunstancias personales o sociales graves no pueden hacerse cargo de ellos y acaban bajo el cuidado de la Administración de turno. Los hay nacionales e inmigrantes, chicos y chicas. Algunos acaban viviendo en centros de acogida o residenciales, otros son acogidos por sus familias «extensas» (tíos, abuelos) y unos pocos por familias ajenas de acogida. Pero todos tienen algo en común: a los 18 años, con la mayoría de edad, se acaba la tutela y, por tanto, la protección de la Administración. De un día para otro, con el cumplimiento de la mayoría de edad, la vida de muchos de estos jóvenes da un vuelco de 180 grados, un salto gigante que afecta a unos 2.500 al año.
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