Fueron felices y comieron perdices. Así concluye el cuento y comienzan las preguntas: ¿Cómo crece la relación de los príncipes? ¿Qué sucede cuando tienen diferencias? ¿Le echarán la culpa a Maléfica? Durante años las respuestas a estas preguntas las proporcionaban las normas sociales que definían lo que debía hacer el hombre y la mujer durante su vida en común. Hace décadas que estas líneas directrices se difuminaron. En su lugar, hoy, a la pareja se le pide que lo sea todo: fuente de consuelo, seguridad y apoyo, un gran amante, el mejor amigo, el más empático, que haga reír y «que esté cuando se necesita pero que tenga su espacio». Son los listados de las colosales expectativas de aquellos que buscan amores perfectos. No es de extrañar que cuando la realidad se abre camino surjan inevitables las grandes decepciones.
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