Los tres hijos de Susana, de 10, 15 y 21 años, se han criado con mochilas remendadas, ropa de segunda mano y libros de texto usados. En su casa, en un edificio de protección oficial de un barrio periférico de Madrid, no hay Internet. Se cuenta hasta el último euro y el wifi es demasiado caro. La compra del desodorante depende de los imprevistos de cada mes. Los dos hijos mayores dejaron los estudios sin terminar la ESO. Su madre, que también vivió una infancia de privaciones, lo asocia, en parte, a la falta de medios y a que aspiran a ganar su propio dinero. “Ellos veían en el colegio a otros niños con ropa de marca. Se sentían inferiores. Era como si les diese vergüenza ir al instituto”, cuenta
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País
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