21.30 horas de la noche a oscuras conectada con mi cuerpo y en calma, trato de no aferrarme a ningún pensamiento, pero se cuela en mi mente el recuerdo de cómo he llegado hasta mis clases de yoga. El cuerpo avisa cuándo parar, pero un elevado nivel de auto exigencia y el sentimiento de culpa que muchas veces nos invade cuando somos madres, decidieron no permitirme ese lujo. Entonces llego ese día, en la consulta del médico, en el que me di cuenta de que tras varios años de maternidad me había olvidado de mí misma y lo peor de todo, de mis propias necesidades. Que la maternidad agota no es ningún secreto, pero a pesar de parecer haber llegado al límite, me ha costado mucho tiempo entender que hay una regla básica que no podemos obviar: HAY QUE CUIDARSE PARA PODER CUIDAR.
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