«Vivimos un calvario durante casi tres años. Nunca pensamos que pasaríamos por algo así porque siempre hemos sido muy trabajadores», recuerda Óscar. Él y su mujer Marilin tenían dos hijas cuando se vieron obligados a cerrar el bar que regentaba ella. En aquella época él trabajaba en un taller mecánico. Le despidieron y cuando fue a recoger el finiquito «mi jefe me pidió que le ayudara a mover una máquina y me amputé el dedo».
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[fa type=»file-text»] Fuente: La Razón