Los llamados países desarrollados tienden a una sociedad de hijos únicos. En general, las familias tienen menos descendencia por razones como tener la oportunidad de ofrecer a sus hijos más recursos materiales para su desarrollo. La sociedad de hijos únicos gana terreno porque “conciliar vida laboral y familiar es un deporte de riesgo. Hay padres que deciden no aumentar la familia porque el sueldo no da para más, otros debido a que se vuelcan demasiado en la educación del primer hijo como para dedicarse a un segundo. El tiempo y el dinero también son factores que influyen en la decisión de tener solo un hijo. No obstante, una economía desahogada no garantiza una buena educación de los niños, sobre todo en cuestión de valores. En la llamada sociedad del bienestar, algo falla como sistema cuando los padres no pueden disfrutar de más tiempo con sus hijos”, explica Abel Domínguez, psicólogo infanto-juvenil y director del Gabinete Domínguez Psicólogos.
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