Las primeras veces son un principio, pero también un final: son el cierre de una etapa que anuncia la ineludible llegada de la siguiente. Desde el nacimiento de nuestros hijos celebramos cada logro y cada habilidad adquirida con ese entusiasmo y esa magia que solo nos devuelven las primeras veces. Lo contamos, lo inmortalizamos y lo ensalzamos con orgullo porque nuestro retoño ha alcanzado un grado más de autonomía. Pero, dado que no hay dos niños iguales, es importante respetar el ritmo evolutivo de cada uno. Dejar que cada pieza encaje cuando llegue el momento.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País