Los educadores, los padres y los responsables de la formulación de políticas deberían estar preocupados por la rápida disminución del juego libre no supervisado para los niños, que puede perjudicar el desarrollo infantil temprano y el posterior aprendizaje social y emocional, según la investigación.
La privación sostenida del juego, de moderada a grave, durante los primeros 10 años de vida parece estar relacionada con un desarrollo infantil temprano deficiente, que más tarde conduce a la depresión, a la dificultad para adaptarse al cambio, a un autocontrol más deficiente y a una mayor tendencia a la adicción, así como a relaciones interpersonales más frágiles y superficiales. La privación del juego en la infancia ha surgido en numerosas entrevistas que he realizado con algunos de los criminales más violentos de Estados Unidos.
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