Alba (nombre ficticio) tenía 14 años cuando de repente dejó de hablar. Sus padres no sabían por qué, hasta que con la ayuda de un psicólogo descubrieron que la adolescente había contemplado una escena de violencia del padre contra la madre. La chica tenía un vínculo muy grande con el padre, y la experiencia le dejó una profunda huella. Estuvo en tratamiento y en su recuperación fue fundamental conseguir -y no fue fácil- que el padre expresara su propio error y se disculpara ante la hija.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País