Los niños veían la televisión. La pantalla mostraba una película en la que un hombre golpeaba y daba patadas a una muñeca llamada Bobo. Tras esas imágenes, se les entregó a los pequeños una muñeca similar y ellos reprodujeron el mismo comportamiento violento que habían visto. Corría el año 1963 y todo era parte de un experimento que ayudó al célebre psicólogo canadiense Albert Bandura a formular la teoría del aprendizaje social, una de las más influyentes a la hora de explicar la importancia de la observación en el proceso de aprendizaje. Hoy en día, nadie duda de que los niños aprenden comportamientos observando e imitando a los demás y por ello vigilamos que las películas que ven sean las adecuadas para su edad, exigimos horarios infantiles en la televisión o ponemos controles parentales a los dispositivos electrónicos. Pero, como padres y cuidadores, ¿hacemos algo con nosotros mismos?
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