Suena el despertador a las 7:00 de la mañana para Alejandro, Tomás y Mario, de quince años. En el pabellón de las chicas se despiertan Jimena, Andrea y Sofía, de parecida edad. Todos estos alumnos internos en régimen residencial en el madrileño colegio Monfort tienen un rato de aseo personal antes del desayuno, para después cruzar el patio que les lleva hasta sus clases. Cuando terminen el horario lectivo, hacia las 17:00, tendrán un rato de descanso para luego retomar sus clases y exponer las dudas surgidas durante el día. «Tiene algunas ventajas, como esta. Siempre cuentan con un profesor a mano, incluso los fines de semana, para solventar cuestiones que no han quedado claras durante la jornada. También tienes al personal del gabinete psicológico siempre en contacto con los alumnos», explica Jesús Núñez Trébol, director técnico del centro.
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