Hace unos meses se montó uno de esos dramas tuiteros alrededor de la fotografía de una madre que explicaba que ella daba garbanzos a su hijo para desayunar y que ni sabía que eran las galletas. Algo impecable desde el punto de vista nutricional -no, no hay margen de discusión sobre si las galleta son mejores o peores que las legumbres-, pero que cabreó a mucha gente.
La mayoría daba por hecho cierto tonito en la afirmación garbancera y una suerte de acusión velada de malos padres y madres a todos los que sí dan galletas a sus retoños. Y, claro, a nadie le gusta que le recuerden que igual ese no es el desayuno ideal para un pequeño.
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