Nada como el verano en que las familias y amigos conviven más tiempo y con mayor cercanía para conocerse mejor. Y sufrir –o no– de los niños ajenos. Según los expertos, la crianza se está relajando. Aunque todo depende de la interpretación del observador y de la actitud del niño. Hay adultos de piel fina, sin hijos, acostumbrados al silencio de su casa donde los cojines del sofá nunca se mueven de su sitio que no soportan la presencia de individuos de menos de un metro. Y hay también pequeños que saben ganarse a sus padres y salirse con la suya a costa de la buena convivencia de los demás. Y nadie les impide saltar en el sofá del hotel con arena de playa pegada a los pies mientras toman un helado
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