Hace unos meses que los clientes del bar de la esquina han empezado a decirle a Laura lo guapa que está. Ella suda frío. No sabe si la piropean porque ha engordado un par de kilos y se ve mejor o porque la han visto en un vídeo, desnuda, masturbándose. Laura, de 51 años, pide que no se publique su verdadero nombre porque vive en un estado de paranoia y miedo desde que decidió acabar con su novio en febrero. Dejó atrás dos años de una relación alimentada en la distancia por Internet y los viajes de ella a México. «Estaba muy enganchada, no veía ni escuchaba a nadie. Yo no dejo que nadie me levante la voz, pero a él le consentía todo», recuerda cuando relata algunos de los episodios violentos que marcaron su romance.
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