Es bonito escuchar también esa música que viene de ahí: los niños que lloran… Esa es una esperanza, es la música más hermosa; aún más que la más bella predicación, escuchar el llanto de un niño, porque es el grito de esperanza, de que la vida sigue, la vida continúa, que el amor es fecundo. Ver a los niños… Pero he saludado también a una persona anciana. Se necesita también mirar a los ancianos, porque las personas mayores están llenas de sabiduría. Escuchar a los ancianos: “¿Cómo ha sido tu vida?”. Esto me ha gustado, que habéis sido vosotros [se dirige al matrimonio anciano que habló en primer lugar] a empezar, después los de 50 años de matrimonio, porque tenéis mucha experiencia para compartir. El pasado y el futuro confluyen en el presente. Ellos, los viejos —permitidme la palabra: los viejos, the old— tienen la sabiduría. Incluso las suegras tienen sabiduría… [ríen]. Y los niños deben escuchar la sabiduría, vosotros jóvenes tenéis que escuchar la sabiduría y hablar con ellos para seguir adelante, porque ellos son las raíces. Ellos son las raíces, y vosotros tomáis de las raíces para continuar adelante. Esto seguro que lo diré más adelante, pero me mueve decirlo desde el corazón.
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