La violencia de género es transversal: cualquier hombre de cualquier clase social, nivel educativo o trabajo puede infligirla. Ese precepto es el que los estudios especializados llevan años tratando de difundir para, entre otras cosas, terminar con los estereotipos. Una investigación reciente ha puesto el acento en el papel que juega el empleo en el esquema de la violencia machista y ha encontrado un patrón de relación que aumenta el riesgo de sufrirla: las parejas en las que ella trabaja y él no lo hace. Se trata, concluye el estudio de César Alonso y Raquel Carrasco para la Fundación Funcas, de un uso «instrumental» de la violencia: los hombres agreden cuando sienten que los avances de las mujeres cuestionan su rol tradicional como sustentador principal.
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