Como ocurrió en más de una ocasión a bordo del Open Arms, todos esperan a Judit. A la centroafricana le gusta tomarse su tiempo pero, cuando aparece, hace notar su presencia. Sus carcajadas ya solían resonar en el barco que la rescató junto a su familia de las aguas del Mediterráneo. Una semana después, en suelo catalán, atraviesa las puertas de su nueva casa aún más radiante, con la cabeza más alta. Su nariz luce un pendiente que mantenía guardado durante su paso por el infierno libio. El mismo pelo que trataba de esconder en alta mar por estar, decía, «demasiado corto» ahora se encuentra al descubierto.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Diario