No se lo esperaba. Era noviembre, temporada baja en el restaurante de Sitges (Barcelona) en el que cocinaba paellas. Acababa de volver de unas vacaciones. Contó a sus jefes que sería padre en febrero de 2017, de mellizos. El tiempo de baja para los hombres había pasado recientemente de dos a cuatro semanas (a partir del martes, cuando entren en vigor los presupuestos de 2018, serán cinco). “Me echaron por pedir el permiso de paternidad”, cuenta aún sorprendido José Reboll, de 47 años. “Fui el primero que lo pedí en el restaurante, supongo que los dueños tenían un pensamiento muy antiguo”. No era una cuestión de costes, sino de mentalidad. Apenas cuatro meses después de echarle, le pidieron que volviera. Y se reincorporó. Pudo negociar incluso una jornada que le venía mejor para cuidar a los bebés, de 10.00 a 16.00. Estuvo algunos meses pero decidió dejarlo. En esta ocasión, fueron los compañeros los que le hicieron la vida imposible: “No entendían que yo pudiera tener mejor horario que ellos”.
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