Mohamed, marroquí, llegó solo a Melilla con 12 años, y ahora tiene 17. Lleva cinco años viviendo solo en esta ciudad. Llama a su familia por teléfono de vez en cuando. Se hace el duro, fuma. Como otros niños que merodean cerca de él, lleva marcas de que ha tenido un ojo morado. «Yo pienso en mi futuro, no como estos”, dice señalando con desdén a los demás. “Esnifan pegamento, beben, yo no, sé lo que quiero, he hecho cursos de granjero, de peluquería”. ¿Y qué es lo que quiere Mohamed? Cumplir 18 años, tener los papeles e irse a España. Dicen así irse a la península, como si Melilla no lo fuera. “Pero no me pienso quedar allí, tengo otros planes”, confiesa con satisfacción. Y murmura: “¡Noruega!”. Como si fuera un paraíso donde se terminarán todos sus problemas.
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