La deslumbrante vida que muestran influencers, youtubers y gamers ha provocado que miles de personas quieran imitarlos. Son las nuevas estrellas de los niños. La realidad laboral conlleva una presión psicológica y la tensión permanente por conseguir el like.
Tienda de muebles. 11 de la mañana de un sábado. Un niño de siete años elige su nuevo escritorio. Se fija en una silla negra y roja con ruedas. “Mamá, quiero esa. Es de gamer”. ¿Por qué un niño tan pequeño sabe lo que es un gamer cuando sus padres a duras penas pueden definir el concepto? ¿Cómo es posible que confunda una silla de estudio con una destinada a jugar, de manera casi profesional, a la consola, grabarlo y transmitirlo en un entorno ilimitado? ¿Qué conexiones cerebrales le han llevado a pensar que los youtubers se hacen ricos bajo la premisa de la ley del mínimo esfuerzo?
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