Desde hace un par de años, hay un fenómeno nuevo que, con tres palabras, repiten como un mantra las asociaciones y entidades que trabajan con mujeres víctimas de violencia de género: se llama «violencia de control». Es la que ejercen, sobre todo, los adolescentes sobre sus parejas, de un género hacia el otro y viceversa, y en la que utilizan una herramienta básica: el móvil y las redes sociales, como si fuese el auténtico termómetro del estado de su relación sentimental. En un punto de atención integral de la Comunidad de Madrid explican que cuando atienden a muchachas de 12, 13 y 14 años (aunque «son cada vez más jóvenes las chicas que entran», aseguran a ABC) se dan cuenta del «control bestial» que se está inoculando a través de ese cauce.
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